Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida.. (Lc 15,1-3.11-32)
- El amor de Dios
En el Evangelio San
Lucas narra cómo cierto día en que se acercaban a Jesús muchos
publicanos y pecadores, los fariseos comenzaron a murmurar porque Él
los acogía a todos.
Entonces el Señor
les propuso una parábola.
- Esta parábola del hijo pródigo es una de las más bellas del Evangelio, porque expresa la misericordia de Dios sobre el pecador arrepentido
- No hay otra parábola que muestre el amor de Dios y la ingratitud del pecador
El Salmo 144, 8-9
dice: "El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera
y rico en piedad. El Señor es bueno con todos, es cariñoso con
todas sus criaturas".
Jesús les dice: "Un
hombre tenía dos hijos, y dijo el más joven al padre: Padre, dame
la parte de la herencia que me corresponde".
En la Carta a los
Romanos 8, 16-17 nos dice: "El mismo Espíritu le asegura a
nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos de
Dios, somos también herederos. Nuestra herencia será la herencia de
Dios, y la compartiremos con Cristo...".
- A quienes representan el hijo mayor y el menor:
El padre de la
parábola es Dios.
Pero ¿A quiénes
representan el hijo mayor y el menor?
El hijo menor, son
los publicanos y pecadores, ya que se preocupaban de no incurrir en
la impureza.
El hijo menor se marchó a
un país lejano.
Se separó de Dios,
por eso el pecador que se aleja Dios, se pone lejos de Dios.
El hijo mayor, ¿a
quién representa?
A los fariseos que
se consideraban los justos, por que éstos protestan, de la conducta
misericordiosa de Dios con el pecador.
En los dos hijos
están representados, los justos y los pecadores.
- Nuestra herencia
Por eso, nuestra
herencia cristiana, es un conjunto de bienes y de felicidad eterna,
que disfrutaremos en el Cielo.
Si no vivimos y
trabajamos en este mundo buscando la felicidad del cielo, estaremos
haciendo con nuestra herencia cristiana, lo mismo que hizo el hijo
menor de la parábola: "pasados pocos días, el más joven,
reuniéndolo todo, partió a una tierra lejana, y allí disipó toda
su herencia viviendo disolutamente".
¡Cuántas personas,
viven el presente gastando su vida en cosas materiales, que solo lo
llevan a la perdición de su alma!
¡No sacan tiempo para
Dios!
¡Cuantas personas
encuentran, su propia vida personal en esta parábola!
Dios nos dio el libre albedrío, por eso tenemos la libertad de alejarnos de la casa
del Padre y malbaratar nuestra herencia de hijos de Dios.
Cuando pecamos se
forma una cadena porque:
- Nos perdemos para Dios, y para nosotros mismo, porque el pecado nos aleja del camino de Dios.
- Cuando nos alejamos de Dios, perdemos la Gracia Santificante, que él nos da.
- Cuando perdemos la Gracia Santificante, perdemos el sentido de nuestra vida, que es amar a Dios y al prójimo.
- Cuando perdemos el sentido de la vida, nos convertimos en esclavos del demonio.
- Cuando nos convertimos en esclavos del demonio, perdemos nuestra voluntad y nuestra dignidad como humano.
- Perdemos nuestra voluntad, perdemos la herencia de la Gracia de Dios en el Cielo.
- El que vuelve a Dios encuentra el perdón
Esta parábola, nos
muestra el modo y la forma en que las personas caen en el pecado.
Y nos hace ver, la
vida miserable que alcanza el pecador.
Destaca, que solo en
el regreso del pecador a Dios, encontramos la bondad y la
misericordia, con la cual Dios recibe a los que se arrepienten de sus
pecados.
El que vuelve a Dios
en busca del perdón, encontrara su perdón.
- El hijo menor
El hijo menor había
despreciado a su padre marchándose de su lado y había disipado su herencia; pero
cuando hubo pasado algún tiempo y se vio abrumado por los trabajos,
viéndose convertido en un criado y alimentándose de lo mismo que
comían los cerdos, volvió arrepentido a la casa de su padre.
Al haberse alejado
de su padre, se encontró consigo mismo, con su propio yo, se sometió
a los sufrimientos de su propia decisión, y entonces se desesperó y
sintió la necesidad de regresar a la casa de su Padre.
- Las consecuencias de alejarse de Dios
El hijo menor, al
salir de casa del Padre, creyendo que iba a ser muy feliz, pronto
comenzó a sentir necesidades.
Porque el pecado no
produce felicidad, porque el demonio es el Padre de la Mentira, y por
eso no puede producir felicidad.
El hijo menor
comenzó a sentir la soledad y la pérdida de su dignidad humana, y se
tuvo que poner a cuidar cerdos, que era lo más inmundo para un
judío.
En Jeremías 2,
12-13 nos dice: "Pasmaos, cielos, de esto y horrorizaos
sobremanera, dice Yahvé. Un doble crimen ha cometido mi pueblo:
dejarme a mí,
fuente de agua viva, para ir a excavarse cisternas agrietadas,
incapaces de retener el agua".
Por eso, fuera de
Dios es imposible la felicidad.
- Sintió hambre
"El hijo, lejos
de la casa paterna, siente hambre. Entonces, volviendo en sí,
recapacitando, se decidió a iniciar el camino de retorno".
Toda conversión,
- comienza con un arrepentimiento;
- luego volverse hacia sí mismo;
- haciendo un alto en la vida;
- reflexionando y analizando a dónde nos lleva las malas decisiones.
Este hijo menor,
hizo lo que se conoce como un examen de conciencia, desde que salió
de la casa del Padre hasta la situación en que ahora se encuentra
alimentando cerdos.
El origen del pecado
está en el interior del hombre, por eso, la solución esta también
en el corazón.
Cuando justificamos
el pecado, o ponemos excusas, se hacen imposibles el arrepentimiento
y la conversión, porque su origen esta en nosotros mismos.
Solo es a través
del examen de conciencia, que se comparamos nuestra vida con lo que
quiere Dios.
Cuando no hallamos
pecados de qué arrepentirnos, es porque nos cerrarnos ante Dios.
También nuestra
soberbia trata de impedir que nos veamos tal como somos.
Igual que los
Fariseos a quienes Jesús les dirigía estas palabras, también hemos
cerrado nuestros oídos y tapado nuestros ojos, porque no estamos
dispuestos a cambiar.
- Se levantó y fue a su padre.
El hijo menor
continúa añorando su vida anterior en la casa del Padre, y poco a
poco le viene a la mente: la familia, el hogar, el rostro del padre,
entre otros.
El remordimiento y
el arrepentimiento, produce la frase: "Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo;
trátame como a uno de tus jornaleros".
También nosotros, en
algún momento hemos sido como el hijo menor, por eso tenemos que
estar en un continuo regreso a la casa del Padre.
Por eso, nuestro
regreso hacia la casa del Padre, lo podemos hacer por medio del
Sacramento del la Reconciliación, con el Sacerdote.
Al confesar nuestros
pecados:
- nos revestimos de Cristo;
- nos hacemos hermanos suyos;
- nos hacemos miembros de la familia de Dios.
El hijo menor llega
hambriento, y sucio por el pecado.
- Su Padre lo vio
Dice Jesús; “estaba
todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció
profundamente.
Corrió hacia él, y
echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos”
El beso es signo de
perdón.
La misericordia de
Dios es tan grande, que no castiga al pecador, sino que lo espera, y
le ofrece el perdón.
Cuando vuelve al Padre:
- lo recibe brazos abiertos;
- no le pregunta nada;
- no le echa en cara su mala conducta anterior;
- no le recuerda que fue ingrato.
El Padre siente
compasión y hace todo esto, antes del arrepentimiento de su hijo.
Mientras el
arrepentimiento es un proceso lento, El Padre corre a darnos su
misericordia, aun cuando todavía estamos lejos de él.
Por eso la Confesión
con el Sacerdote, nos llena de alegría y de esperanza.
Las palabras de
Dios, también desbordan alegría, por que ha recuperado a su hijo
perdido.
"Pronto, traed
la túnica más rica y vestídsela, poned un anillo en su mano y unas
sandalias en sus pies, y traed un becerro bien cebado y matadlo, y
comamos y alegrémonos, porque este mi hijo, que había muerto, ha
vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado".
Los símbolos
- la túnica más rica, lo convierte en un huésped de honor
- el anillo, le devuelve la autoridad, y todos los derechos
- las sandalias, le da libertad para ir donde quiera
- El hijo mayor
El hijo mayor estaba en el
campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros
que acompañaban la danza.
Y llamando a uno de
los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. Él le respondió:
"Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero
engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo".
Él se enojó y no quiso
entrar.
El hermano mayor,
que era el pueblo de Israel, tuvo envidia del hijo menor (el pueblo
gentil), por el beneficio de la bendición paterna, lo mismo que los
judíos cuando Jesucristo comía con los gentiles.
Pero su padre salió
para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos
años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus
órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer
una fiesta con mis amigos". Todavía sigue indignando y no
quiere entrar. Pero cuando haya
entrado la totalidad de los gentiles, saldrá el Padre para la
salvación de todo el pueblo de Israel.
- Hijo mío, tú estás siempre conmigo.
"¡Y ahora que
ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con
mujeres, haces matar para él el
ternero engordado!"
Pero el padre le
dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es
tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu
hermano estaba muerto y ha vuelto a la
vida, estaba perdido y ha sido encontrado".
La bondad de Dios,
con los pecadores es misericordiosa.
Siempre que nos alejemos
de Dios, nos estamos alejando de la felicidad, de la fuente del amor.
Cuántas veces en
nuestra vida, Dios Padre, nos ha recibido como el hijo pródigo, ¡con
los brazos abiertos!
- Tiempo de Cuaresma
Dios nos invita en
esta Tiempo de Cuaresma, a la reconciliación, al perdón, a la paz y
a su amor.
En el Sacramento de
la Reconciliación, Jesús en su misericordia, nos devuelve la gracia
y la dignidad de ser hijos de Dios, que perdimos por el pecado.
Así podemos volver
a la casa del Padre.
Todo regreso termina
siempre en una fiesta de alegría.
En Lc 15, 10 nos
dice: "Les declaro, que de la misma manera hay más alegría
entre los ángeles de Dios por un solo pecador que cambie su corazón
y su vida".
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