martes, 14 de mayo de 2019

La Promesa del Espíritu Santo




"El Espíritu Santo les recordará todo cuanto les he dicho...." (Jn 14, 23-29)


  1. La promesa del cielo. (Jn 14, 23-29)                   

En estos cuarenta días que transcurren entre la Pascua y la Ascensión del Señor, el próximo domingo, la Iglesia nos invita a tener los ojos puestos en el Cielo.

En Jn 14, 19-20 Jesús les dice: "No los dejaré huérfanos, sino que vengo a ustedes. Dentro de poco, el mundo ya no me verá, pero ustedes me verán, porque yo vivo, y ustedes también vivirán".

En Jn 14, 3 dice: "Pero, si me voy a prepararles un lugar, es que volveré y los llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estén también ustedes".

En 1 Corintios 11, 26 dice: "Así, pues, cada vez que comen de este pan y beben de la copa, están anunciando la muerte del Señor hasta que venga".

En 1 de Juan 2, 28 dice: "Y ahora, hijitos, permanezcan en él, para que tengamos confianza en su gloria y no sintamos vergüenza ante él cuando venga".

Así, Él nos llevará a la gloria del cielo, al encuentro con su Padre celestial, y Padre nuestro.


  1. Nuestra relación con Jesús

De nuestra relación diaria con Jesucristo, nace nuestro deseo de encontrarnos con Él en el momento de nuestra muerte.  

Por eso, nuestro amor a Jesús, cambia el miedo de ese momento final que nos llegará a todos.

Nuestro pensamiento del Cielo nos ayudará a vivir desprendidos de los bienes materiales.


  1. El cielo

¡Que grande, es el premio de la vida eterna, que nos ha prometido Jesús!

No debemos dejar pasar esa oportunidad.

Nuestro deseo de alcanzar esa promesa, nos ayudará a estar vigilantes en las cosas grandes y en las pequeñas, para evitar que nos distraigan de nuestro camino.

No existen palabras para expresar, lo que será nuestra vida en el Cielo.

"Ni ojo vio, ni oído ha escuchado, ni mente ha pensado en lo que Dios tiene para los que le aman".

En 1 Jn 3, 2 dice: "Amados, desde ya somos Hijos de Dios, aunque no se ha manifestado lo que seremos al fin. Pero ya sabemos: cuando él se manifieste en su gloria seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es".

En el Antiguo Testamento se compara la felicidad del Cielo, con la promesa de la tierra prometida después del largo caminando por el desierto.

Allí, en la nueva tierra del cielo, se terminarán las fatigas del viaje de nuestra vida en este mundo.


  1. La bienaventuranza

En Jn 6, 39-40 nos dice de la bienaventuranza que predicó nuestro Señor: "Y, la voluntad de mi Padre es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado... La voluntad de mi Padre, es que todo aquel que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el último día"

En la Última Cena dice, "Oh Padre, yo deseo ardientemente que aquellos que Tú me has dado estén conmigo allí donde yo estoy, para que contemplen mi gloria, que Tú me has dado, porque Tú me amaste antes de la creación del mundo" (Jn 17, 24).

La felicidad, de la vida eterna, consiste en que veremos a Dios tal cual es.

Esta visión también es, comunión de vida con Dios, Uno y Trino.

Ver a Dios es, ser felices en Él y con Él.


  1. Nuestro gozo

Será un inmenso gozo de poder contemplar a Dios, y de ver y estar con Jesucristo glorificado.

En 1 Corintios 15, 53 San Pablo dice: "Ya saben que la trompeta tocará para que resuciten los muertos. Cuando, pues, toque la trompeta, es un instante, en un abrir y cerrar de ojos, todos seremos transformados. Nuestro cuerpo mortal y corruptible se revestirá de vida que no sabe de muerte ni de corrupción..."
Por eso, nuestro cuerpo tendrá las cualidades de los cuerpos gloriosos: no estará sometido a las limitaciones del espacio y del tiempo.

Apoc 21, 3 dice: "Esta es la morada de Dios entre los hombres...Enjuagara toda lágrima de sus ojos y ya no existiré ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado".

Apoc 21, 1 dice: "Después, tuve la visión del Cielo Nuevo y de la Nueva Tierra. Pues el primer cielo y la primera tierra ya pasaron; en cuanto al mar, ya no existe".   

Nuestro deseo del Cielo, nos debe llevar a una vida que, nos impulsa a buscar los bienes que perduran y no desear los bienes materiales, que son los que nos llevan al pecado.

Cuando tenemos nuestros pensamientos en el Cielo, eso nos da una gran paz y tranquilidad que solo viene de Jesús.

Allí también nos espera nuestra madre, la Santísima Virgen.


Por: Rev. Diac. Teodoro L. González Serrano

Las Bodas de Caná





"...Haced lo que Él os diga..."  (Jn 2, 1-12)


  1. La humanidad de Jesús

En las Bodas de Caná, Jesús transforma el agua en vino por intercesión de su Madre Santa María, que dice: "No tienen vino" y, como quien tiene autoridad propia, dice a los criados: "Haced lo que Él os diga".

Y Jesús, dice: "Llenad las vasijas de agua", y el Señor hace el milagro; transforma el agua, en divinas.

Por eso, vamos a ver en ese milagro, ese amor de parte de Jesús a toda la humanidad, como una forma de unión de él con nosotros.

Vemos como el Señor, transforma nuestra miseria, nuestra agua, en ese vino divino, que ofrecemos, a través del Sacerdote, en la Eucaristía durante la Misa.

Hemos visto el día de Navidad, cómo Jesús vino entre nosotros, "El Verbo se hizo carne, y habito entre nosotros".

Es el modo más sencillo que hizo Dios, que es hacerse uno de nosotros, para darnos nuestra redención.

Por eso, la manifestación de Jesús queda manifestada, y con su Epifanía se unen también su bautismo y el milagro de las bodas de Cana.

Aunque en nuestra vida diaria hay muchos momentos en que llevamos nuestra cruz, también, en la vida hay muchos más momentos alegres que disfrutamos y que le dan sentido a la vida, tales como el amor, la amistad, el ambiente de familia, los momentos de oración, de disfrutar los rayos de sol en un bello atardecer o amanecer, entre otros.

Y los momentos más importantes de nuestra vida, es cuando sacamos tiempo para estar con Dios a solas.

Estos encuentros, son los que cuando estemos tan preocupados por nuestros problemas y enfermedades, Jesús nos ayuda a encontrar el camino de la paz y tranquilidad que solo él nos puede dar.   

Y esa paz, es la fortaleza que tenemos para hacer y cumplir la voluntad de Dios.

Y solo así podremos entender y comprender el amor que Dios tiene con nosotros, en Cristo Jesús.

El Evangelio nos enseña que, debemos llevar siempre en nuestro corazón que, estamos con el Señor y que él esta con nosotros.

Él, no nos deja nunca solos, "Yo estaré con vosotros, hasta el fin del mundo".

En nuestra vida sólo tenemos, lo que hemos dado, y cuanto más damos más se nos da.

Si damos amor, nos dan amor.

Junto al Amor, Jesús nos da la Esperanza, nos da la Fe, y esto es lo que nos mueve a llevar una vida de acuerdo con la voluntad de Dios.

Por eso nos dice San Pablo sobre nuestra unión con Cristo."Para mí, la vida es Cristo".

Solo así podemos dar la paz, porque la gente, necesita la paz.

Por eso, al ver a Jesús en las Bodas de Caná, en esta manifestación en su primer milagro, tenemos que fomentar en nosotros el deseo de amar más la Humanidad de Jesús, y seguir sus palabras: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida"


  1. Las bodas en el pueblo de Israel

En Israel las fiestas de las bodas duraban varios días y el vino era un elemento indispensable por ser la bebida más importante y, símbolo del amor de los novios. Había que preparar en cantidad comida y vino para los invitados.

Entre los que se encuentran invitados en estas bodas de Caná vemos a María, a Jesús y a sus Discípulos.

Reinaba un ambiente de fiesta y alegría.

Igual que para los puertorriqueños.


  1. La fiesta de boda

De ahí los 600 litros de las tinajas de agua que Jesús convierte en vino.

María llega a la boda, y ayuda. De esta forma, con su intuición femenina, se da cuenta del apuro por el que pasaban los novios al faltarles el vino.


  1. El nombre de madre de Jesús

Dos veces llama San Juan, Madre de Jesús, a la Virgen. La siguiente ocasión será en el Calvario.

Entre los dos acontecimientos, Caná y el Calvario hay diversas analogías.

Uno está situado al comienzo y el otro al final de la vida pública de Jesús, para indicar que toda la obra del Señor está acompañada por la presencia de María.

Ambos episodios señalan la especial solicitud de Santa María hacia los hombres;
ü  en Caná intercede cuando todavía no ha llegado la hora;
ü  en el Calvario ofrece al Padre la muerte redentora de su Hijo,
ü  y acepta la misión que Jesús le confiere de ser Madre de todos los creyentes.
ü  "Mujer, ahí tienes a tu hijo"

María se pone entre su Hijo y los hombres.

Por eso, es mediadora como madre nuestra, para hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres.

Por eso, María intercede por los novios ante su hijo.

La respuesta de Jesús, puede ser de difícil interpretación para nosotros, porque en la respuesta, se aprecia un distanciamiento de Jesús frente a su madre. "No ha llegado mi hora"

Por eso cuando la llama mujer, nos suena extraña en la boca de un hijo y sobre todo en la cultura del pueblo judío.

Sin embargo, la reacción de María, nos demuestra que no fue un rechazo, ya que le dijo a los sirvientes que hicieran lo que él les dijera.


  1. No tienen vino

Pero la Madre, que conoce bien el corazón de su Hijo, actúa como si hubiera accedido a su petición inmediatamente.

María es la Madre atentísima a todas nuestras necesidades, como no lo ha estado ni lo estará ninguna madre sobre la tierra.

El milagro tendrá lugar porque la Virgen ha intercedido.

«¿Por qué tendrán tanta eficacia los ruegos de María ante Dios?

Porque las oraciones de los santos son oraciones de siervos, en tanto que las de María son oraciones de Madre, que es de donde procede su eficacia y carácter de autoridad.
Y como Jesús ama inmensamente a su Madre, no puede rogar sin ser atendida.

Nadie le pide a la Santísima Virgen que interceda ante su Hijo en favor de los esposos.

Con todo, el corazón de María, la impulsó a encargarse por sí misma del oficio de intercesora y pedir al Hijo el milagro, a pesar de que nadie se lo pidiera.

Si la Santísima Virgen obró así sin que se lo pidieran, ¿qué hubiera sido si le rogaran?

¿Qué no hará cuando le decimos "ruega por nosotros"?

¿Qué no conseguiremos si nos empeñamos en acudir a ella una y otra vez?

Ella, como cualquier madre, está siempre pendiente de nuestras necesidades espirituales y materiales.


  1. La hora

También es difícil entender lo que significaba, la hora de Jesús.

Algunos comentaristas bíblicos que entienden esa hora, como la hora de la cruz, en la que Jesús tenía que ser glorificado, según la voluntad del Padre.

Pero, la hora de Jesús no la señalan los hombres. Porque es la hora que Dios quiere, y que sólo él conoce.

Jesús, con su respuesta dura, nos enseña la fe de su madre, y así llega la hora del milagro del vino, que se repetirá en la ultima cena con sus discípulos.

El milagro del vino, es un signo que tiene un doble sentido:
ü  es una demostración del poder de Dios y de su presencia
ü  es la revelación de Dios y su mensaje

La transformación del agua, en vino es signo de la abundancia de la vida, que Jesús ha venido a traer al mundo.

Este signo también lo vemos, en la multiplicación de los panes.

Ambos signos anticipan el sacrificio de Cristo, en el que se revela la generosidad de Dios sobre cada uno de nosotros.

Es lo que celebramos en la eucaristía en la Misa, cuando el pan y el vino, se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús, cuando el sacerdote repite las mismas palabras que dijo Jesús en la Ultima Cena con los discípulos.


  1. Los milagros de Jesús

En la boda de Caná de Galilea encontramos el primero de los signos milagrosos, porque tienen un significado pedagógico.

Los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, narran muchos milagros, Juan ha escogido siete, que los explica detalladamente y los ilustra con palabras de Jesús, para enseñar una lección.

Para Juan, cada signo revela una característica del Reino de los Cielos.

En la Boda de Cana, simboliza el banquete que los profetas habían anunciado, y que Jesús hará referencia, en la parábola de las bodas del hijo del rey.


  1. La familia

Jesús comienza su ministerio dentro de los círculos familiares:
ü  su propia ciudad, Cafarnaún,
ü  su familia
ü  la de sus apóstoles

Entre los detalles de la boda, que nos da Juan están:

a)      El que María diga a Jesús que los convidados no tienen vino
ü  es una preocupación de una mujer atenta a los pequeños detalles
ü  también significa, que nosotros estamos faltos del vino de la felicidad, y Dios espera de nuestra iniciativa para devolvernos la felicidad
ü  y Jesús, es el buen vino de esa felicidad prometida

b)      No ha llegado mi hora
ü  es la referencia a la glorificación del Mesías, a través de su muerte y resurrección


  1. El tercer día

En Jn 2, 1 dice: "A los tres días se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús era de la fiesta"

Es una forma de hacer referencia al cumplimiento de la Pascua de Cristo, de su muerte y resurrección al tercer día.
ü  En Lc 24, 7 dice: "El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado y resucitado al tercer día"
ü  En Oseas 6, 2 dice: "Dentro de poco nos dará la vida, al tercer día nos resucitará y viviremos en su presencia"

  1. El tema de la hora

Pero lo decisivo en esta ocasión es el tema de la hora
ü  En Jn 7, 30-39 dice: "entonces los judíos quisieron tomarlo preso; pero nadie le puso la mano encima; porque aún no había llegado su hora"
ü  En Jn 8, 20 dice: "Jesús dijo estas cosas en el recinto del Templo. Enseñaba en el lugar donde se reciben las ofrendas, y nadie lo tomó preso porque aún no había llegado su Hora"
ü  En Jn 13, 1 dice: "Antes de la Fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre..."
ü  En Ju 17, 1 dice: "Cuando terminó este discurso, Jesús elevó los ojos al cielo y dijo: Padre, ha llegado la hora: da gloria a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria a ti..."

La hora de Jesús, es una muerte que le glorifica y glorifica al Padre, porque realiza la salvación del mundo.

Solo así se comprende el diálogo, entre María y su Hijo.

La Virgen no viene a pedir un milagro, sino que se limita a señalar un momento de apuro durante la boda.



  1. La respuesta de Jesús

Jesús responde: "¿Qué nos va a ti y a Mi, mujer?"

San Juan nos ofrece, en este relato un ejemplo de un milagro de Jesús. pero a través de un signo.

Porque el que Jesús, haya asistido a la boda, quiso demostrar que él es el autor y bendice el matrimonio.

En Mt 19, 6 el mismo Jesús, a la pregunta de si es lícito al hombre despedir a la mujer por una causa cualquiera, responde negativamente, a no ser en caso de fornicación.

Su respuesta, fue: "Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre".

Dios instituyó el matrimonio, y por tal motivo, la unión es de Dios.

Ni las que han consagrado su virginidad a Dios, carecen de bodas, por que ellas también participan con la Iglesia, que es la esposa de Cristo.
"Maridos, amar a sus esposas, como Cristo ama a su Iglesia".

El Señor Jesús, al aceptar la invitación de asistir a la boda, consolida la fidelidad conyugal y glorifica el misterio del matrimonio.

El esposo de las bodas de Caná al que se dijo: "Has conservado el buen vino hasta ahora", también representaba a Jesús, porque, había conservado hasta el final el buen vino, su palabra.


  1. Tres frases

Las tres frases del relato de San Juan son:
ü  La inicial: "Tres días después hubo una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí".
ü  La central, pronunciada por María: "No tienen vino".
ü  Y la final: "Allí Jesús manifestó su gloria".


  1. El tercer día

¿Qué es el tercer día?

El evangelio de Juan comienza con la descripción de una semana de acontecimientos, mencionados día a día.

El primer día de esa semana, lo encontramos en Jn 1, 29 cuando nos dice, Al día siguiente, Juan vio a Jesús que venia a su encuentro y exclamo: "Ahí viene el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo...", y anuncia que es mayor que él.

El versículo 35 dice; Al día siguiente, es el segundo día, donde estaba Juan con dos de sus discípulos, y al ver a Jesús que iba pasando dijo: "Ese es el Cordero de Dios", y estos lo siguieron y le preguntaron "Maestro, ¿donde vives? y Jesús les dijo "Vengan y lo varan".

El versículo 43 dice; Al día siguiente, es el tercer día, donde Jesús al partir hacia Galilea, se encontró con Felipe y le dijo "Sígueme".

Aquí es donde el Evangelio de Juan dice: "Tres días después hubo una boda en Caná de Galilea".

Con esto, la boda de Caná, cae en el sexto día de la semana, que es el día de la creación del hombre y de la mujer por Dios.

El Evangelio de Juan 1, 1 dice: "Al principio era el Verbo..." usando la misma palabra con que comienza Génesis 1, 1 "Al principio Dios creo el cielo y la tierra".

El libro de Génesis hace referencia a una semana de la creación, y es el sexto día, cuando Dios crea al hombre del barro, y la mujer de la costilla del hombre, que hacen que sus vidas estén unidas, por eso en Caná de Galilea, Jesús manifiesto su gloria en la unidad del matrimonio, en el sexto día de esa semana.

El evangelio de Juan reconstruye, una semana correspondiente a la semana de la creación, con la semana que termino con la boda de Caná y coincidir con el día en que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y creó a la mujer para que le acompañara.

De esta forma, Jesús le da importancia a la obra creadora de Dios, reafirmando con su presencia, la importancia del matrimonio.

Como Dios nos ha dado el libre albedrío, la intervención de Jesús se producirá al surgir una situación del hombre, y de la mujer: "No tienen vino".


  1. En la cruz

Esto mismo surgirá en el sexto día, en la pasión y muerte de Jesús, cuando en la cruz le dice a la madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo", y después le dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu Madre".

Ahí se demuestra la humanidad de Jesús, con cada uno de nosotros, restaurando así la reconciliación de Dios con el Hombre.


  1. No tienen vino

¿Qué puede significar la palabra de María: "No tienen vino?".

En los evangelios hay expresiones parecidas
ü  En Mt 25, 8 hace referencia a una situación de las necias que estaban esperando al novio en la fiesta de boda; "Ya no nos queda aceite, y nuestras lámparas se apagan".
ü  "No tienen aceite"
ü  En Jn 6, 1-7 hace referencia a la multitud, cuando Jesús le dice a Felipe: "¿Donde podremos conseguir pan para que coman? y Felipe le responde "Doscientas monedas de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo de pan"
ü  "No tienen pan"

En la Boda de Caná, donde se celebra el amor de una pareja, donde hay una fiesta, falla la previsión humana, y se acaban los recursos y se produce una situación difícil, donde surgen comentarios negativos sobre el futuro de su hogar y la perseverancia en el matrimonio.

El hombre y la mujer, el novio y la novia, el marido y la esposa, se encuentran sin saber qué hacer.

La fiesta de bodas está a punto de convertirse en una desilusión, en una señal de mala suerte.

En ese momento surge la frase: "¡No tienen vino!".

El hombre y la mujer, creados para realizar juntos la unidad, cuando Dios dijo: "No es bueno que el hombre este solo..."

El hombre y la mujer, el mismo día del comienzo de su matrimonio, viven una experiencia de bloqueo.

Se echará la culpa uno al otro.

Surgen los malentendidos, el nerviosismo, el cansancio, las diferencias de carácter, los problemas de la vida diaria, entre otros.

En ese momento surge la pregunta, ¿Soy capaz de amar, aun en las dificultades?

En ese momento es cuando ponemos nuestra confianza en María, Madre de Jesús, Madre de Dios, y Madre Nuestra, que interviene en nuestro auxilio ante su Hijo, y le dice: "No pueden más".


  1. La Eucaristía

La palabra: "Allí Jesús manifestó su gloria"

La Eucaristía, es la transformación del agua en vino, cuando el Sacerdote repite las mismas palabras de Jesús en la Ultima Cena.

La Eucaristía es el de amor que crea unidad:
ü  en el noviazgo
ü  en la vida matrimonial
ü  en la comunidad
ü  en la Iglesia

La Eucaristía es la manifestación, de la gloria de Dios.



  1. El vino

Para todos los países del Mediterráneo, el vino es parte importante de la vida y la cultura.

El cultivo de la viña, era muy importante para la economía antigua.

Depende del cambio de las estaciones y del trabajo del hombre.

El vino estaba destinado a ser usado en el servicio religioso.

En todos los momentos importantes de la vida de los israelitas y del anuncio del Reino de Jesús, encontramos el vino y la viña.

El vino fue importante en la Ultima Cena de Jesús con los discípulos.

El vino es hoy en un elemento importante del banquete eucarístico en la misa.


  1. El vino y la viña en Israel.

El vino es para Israel, símbolo de la bendición divina.

En el AT, vemos que una tierra rica en viñedos, y vino en abundancia, son signos de prosperidad.

El vino proporciona alegría y su característica lo hace un elemento apropiado en la liturgia.

El vino introduce al hombre en el ambiente de lo sagrado.

El pueblo de Israel ve en la esterilidad de la viña, la consecuencia de su infidelidad con la alianza.

Ellos consideran que el camino de la conversión y de la fidelidad, es el medio para recuperar la bendición de Yahvé.

Israel ve en la mano de Yahvé, las consecuencias de las calamidades, a causa de su pecado y desobediencia.

Pero, al mismo tiempo, reconoce que Yahvé es fiel y nunca dejara la viña que ha plantado.

La tierra prometida, después de cuarenta años de desierto, era una tierra rica en viñas, haciendo alusión a la tierra prometida en el cielo.

El vino es considerado que alegra el corazón del hombre, pero también, el exceso nos puede llevar a la embriaguez.

Y lo que importa todavía más que el vino como bebida, es el vino de la sabiduría y del conocimiento de Dios.

En el evangelio, el vino adquiere un valor simbólico de las realidades del cielo.


  1. Jesús, viña de la nueva alianza.

La fidelidad que Dios desea para el pueblo elegido la encuentra finalmente en Jesús, como verdadera viña.

En Jesús, nace la nueva alianza.

En la viña de la nueva alianza produce fruto en abundancia.

Ese nuevo vino es el amor.

Es un amor del Padre hacia los hombres y de los hombres hacia el Padre.

Así es el vino es frutos de la nueva y definitiva alianza.

Ese nuevo vino es la sangre de Cristo, ofrecida por la redención de todos.

Cuando en la tarde del Jueves Santo, en la Ultima Cena, al presentar Jesús la copa de vino a sus discípulos, dice: "Esta es mi sangre".


  1. La Iglesia bajo el signo de la viña.

El tema de la viña también profundiza en el misterio de la Iglesia.

Cuando Jesús dice: "Yo soy la viña; vosotros sois los sarmientos".

Los miembros de la Iglesia dependen de la unión con Cristo, y, así forman una sola cosa con El.

Esto lo vemos cuando decimos que la Iglesia es "un sola, Católica, Apostólica  y Romana".

Los sarmientos no tienen ninguna vida sola, y separados de la viña, solo sirven para ser echados al fuego.

Por eso, la vida que circula por los sarmientos es la misma que circula por la viña.

Por eso, todos los miembros de la Iglesia reciben la invitación de Jesús, a contribuir a la edificación del Reino de Dios, y llamados a ser obreros en la viña del Padre.



  1. La misión como servicio del amor.

El vino de la nueva y alianza es el amor.

Jesús nos enseño que el primer mandamiento es "Amar a Dios sobre todas las cosas”, y el segundo es "amar al prójimo como a ti mismo"

Sin amor no existiría la Iglesia.

La misión de la Iglesia es, el servicio del amor fraterno universal.

Es el llamado universal, a la salvación de todos los hombres.

Lo que Jesús ha hecho por nosotros, debemos hacerlo por la Iglesia.



  1. La Eucaristía y el vino de la Nueva Alianza.

Además, el vino es símbolo de la fe en el Sacramento de la Eucaristía.

Jesús en la Ultima Cena dijo: "Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga" (1 Cor. 9. 26).

El vino, y el pan, es una realidad que nos une, con la muerte de Cristo en la cruz.

Dios lo ha creado todo por amor, y ha amado tanto a los hombres que les ha dado a su propio Hijo como víctima por sus pecados.

El sacrificio de Cristo, es signo del amor eterno de Dios por la humanidad.

El vino, es uno de los frutos, del trabajo del hombre.

El amor de Dios, es uno de los temas principales en toda la palabra de Dios.

La historia de la salvación es, una historia de amor, que se cumple en la Iglesia.

"Maridos amar a sus mujeres, como Cristo ama a su Iglesia".

Cuando la Iglesia dice: “Amen”, quiere decir: “Si quiero” a la alianza nueva y eterna, alianza, símbolo del matrimonio indisoluble, entre Cristo y su Iglesia.

Por eso, la Iglesia es la Esposa de Cristo.

Cada vez que celebramos la Eucaristía en la Misa, celebramos las bodas de Cristo con la Iglesia.

Por eso, en la Boda Caná de Galilea, cuando todavía no había llegado la hora, anticipa el banquete eucarístico, convirtiendo el agua en vino, que luego en la Ultima Cena, convertiría el vino en su propia sangre.

En las bodas que Cristo contrae con la Iglesia, nos ofrece su mejor vino, su propia sangre derramada por todos los hombres.

Cada vez que la comunidad reunida celebra la Eucaristía, Cristo alimenta a su Esposa, y la une a sí mismo, que es su Cabeza, para llegar a ser un solo cuerpo.

Todos los que comemos del mismo pan de la Comunión, formamos un solo cuerpo, en la cual, Cristo es la cabeza.


  1. La Ley perdió su valor.

María, siempre siguió a Jesús en su vida, participando de sus penas y alegrías, de su cruz y de su resurrección.

ü  Las tres grandes palabras de María, en los evangelios son:
"hágase en mi según tu palabra", es fe y entrega
"no tienen vino": es cercanía maternal e intercesión
"haced lo que El os diga": es entrega al Hijo, es volver a dar a luz al Hijo y abrirnos a su evangelio


  1. Conclusión.

Jesús no nos niega nada; y nos concede lo que solicitemos a través de su Madre María.

Ella se encarga de enderezar nuestros ruegos u oraciones, como hacen las madres.

Siempre Jesús, nos da más de lo que pedimos, como ocurre en aquella boda de Caná de Galilea.

Hubiera bastado un vino normal, y hubiera sido suficiente.

El Señor nos da más de lo que merecemos y mejor.


Por: Rev. Diac. Teodoro L. González Serrano

sábado, 11 de mayo de 2019

MOTIVOS QUE EXPONEMOS PARA NO IR A MISA







1.  "Prefiero quedarme durmiendo".

En realidad, los motivos que siguen son sólo excusas para cubrir este primero. No parece que sea un motivo muy racional, meritorio o valioso.

2. "No tengo ganas/No lo siento."

¿Desde cuándo tus ganas son ley que hay que obedecer? ¿Es que tus ganas son más importantes que la voluntad de Dios? Además, a Misa no vas porque a ti te guste, sino para agradar a Dios. Se va a Misa a honrar a Dios y no a honrarte a ti. Y si te cuesta… ¿acaso Dios no merece ese sacrificio que incluso hace más valioso y meritorio el acto?

3. "Me aburro."
 
La acusación más frecuente contra la Misa es que es aburrida. 
Refleja bastante superficialidad, en cuanto que a Misa no vamos a divertirnos. Y es un problema personal, en cuanto que no parece que Dios sea aburrido -es la perfección absoluta-.

Además, si tanta gente va a Misa con gusto, algunos incluso todos los días, será que algo le ven que a ti se te escapa. La solución será descubrir qué tiene la Misa para que los cristianos la consideren tan importante.

4. "Es siempre lo mismo."

Si se tratara de una obra de teatro o de una película, estaría absolutamente de acuerdo contigo. Pero no es una representación teatral. Es algo vivo, que pasa ahora.
No eres un espectador. Eres partícipe.

5. Desinterés.

Las cosas de Dios no me interesan. Si Dios te da igual, tienes un grave problema.
Habrá que ver como solucionar la falta de apetencia de lo divino que te hace no apto para el cielo.

6. "No tengo tiempo."

No parece que lo que te pide Dios -1 de las 168 horas de la semana- sea una pretensión excesiva.
En concreto, quien te creó, te mantiene en el ser y te da lo que te queda de vida -y sólo El sabe de cuánto se trata- se merece el 0,59% del tiempo que Él te da.
Si no tienes tiempo para Dios, ¿para quién lo vas a tener?

7. "Tengo Otros planes mejores."

No parece que a Dios le interese competir con el fútbol, cine…
No te olvides que el primer mandamiento es "amar a Dios sobre todas las cosas".
Si tienes otros planes que te importan más que Dios, quizá el problema más que en el tercer mandamiento está antes en el primero.

8. "Tengo dudas de fe."

La fe es un don de Dios, con lo cual hay que pedirla.
Alejarte de Dios dejando de ir a Misa, no parece el mejor método para resolver dudas de la fe e incrementarla. La frecuencia de sacramentos -confesión y comunión- es la más efectiva manera de aumentar la fe.

9. "Estoy enfadado con Dios."

"Hubo algo que pasó en mi vida (la muerte de un ser muy querido, un fracaso muy doloroso, una enfermedad o cualquier otra tragedia) que me hizo enfadarme con Dios: si Él me hace esto… ¿por qué yo voy a ir a Misa?

Es la manera de mostrarle a Dios mi disconformidad con la forma de tratarme".
Hay quienes dejan de ir a Misa como una manera de vengarse de Dios.
Pero, en los momentos de dolor ¿no será mejor refugiarnos en Dios y buscar su fortaleza más que reaccionar como un chiquito caprichoso de tres años? Él sabe mas… Además, acusar de maltratarnos a quien más nos quiere y murió por nosotros…
¿no será demasiado? ¿No seré yo el que pierdo… alejándome de Dios?

10. "Hay gente que va y después se porta mal".

"Yo no quiero ser como ellos", dices seguro de tí mismo. "
Además, hay otros que no van, y son buenos".

Es evidente que ir a Misa sólo no basta. Pero, no se puede mezclar la física nuclear con el dulce de leche, ya que las dos cosas no tienen nada que ver.

En aquellos que van y después no son honestos, lo que es malo es ser deshonestos, no el hecho de ir a Misa, que sigue siendo algo bueno, aunque ellos después se porten mal.

11. "El cura me cae mal."

Por mal que te caiga el cura, no vas a Misa para darle el gusto, ni para hacerle un favor. Él no gana ni pierde nada con tu asistencia o ausencia. El que gana o pierde, eres tú: tu amor a Dios.

Además… estoy seguro de que la ciudad en que vives es lo suficientemente grande como para que puedas encontrar alguno que te caiga más simpático…
 
Recuerda ir a Misa es Estar con Dios; ve a Misa a honrar a Dios y no a honrarte a tí. Acude a su encuentro semanal.

Autor: P. Clemente González


Consejos de un Sacerdote Anciano



Este escrito lo llevaba siempre consigo el sacerdote salesiano Alfonso Arboleda, muerto recientemente, y fue escrito antes de morir por el Padre Jegussel, profesor de una Universidad Romana, a petición de sus alumnos.

Con inmensa esperanza los presentamos a nuestros lectores.

Sea la Celebración de la Eucaristía el sol de cada una de tus jornadas. Esfuérzate por comprenderla, gustarle, vivirla. Preside cada celebración como si fuera la primera, la única, la última de tu vida.

Recuerda que la Celebración Eucarística mejor presidida y celebrada es la mejor preparada. No seas de aquellos que pasan de charlas mundanas a presidir la celebración del santo Sacrificio sin preparase por medio de la oración, sin meditar nada, sin hacer siquiera un pequeño paréntesis de recogimiento.

Libera la celebración de la rutina y del automatismo. El veneno que mata a la Celebración de la Eucaristía es la rutina. Y la repetición trae rutina. Por esto no proclames siempre una sola Plegaria Eucarística, generalmente la más corta. Es necesario que vayas cambiando de Plegaria, según el sentido espiritual y pastoral de las múltiples que te ofrece el misal. Por ejemplo, la primera es la de la gran tradición de la Iglesia Romana, pronunciada por mucho santos y apóstoles durante más de 10 siglos, la tercera es muy venerada por su antigüedad, la cuarta es un bello resumen de la Historia de la Salvación. Puedes aprovechar los momentos penitenciales y las celebraciones con niños y jóvenes proclamando las Plegarias especiales para cada caso.

Que cada palabra que pronuncies sea un verdadero "anuncio" y cada rito que realices sea un auténtico "signo sagrado". Trasforma tu celebración en una verdadera vivencia. Toda comunidad cristiana experimenta con alegría la presencia del Señor en la Celebración Eucarística, si la presides con devoción y con fe, pronunciando con cuidado cada palabra y ejecutando con cariño cada gesto, "como quien habla a Alguien allí presente y a Quien ama y respeta inmensamente".

Evita toda "carrera", especialmente al pronunciar la Plegaria Eucarística. Recuerda las palabras del Cardenal Mercier: "Dedica unos minutos más a tu misa". Sucede que las palabras de las Plegarias Eucarísticas, especialmente de la segunda, ya te las sabes de memoria y por lo tanto tienes el peligro de pronunciarlas a la carrera y la comunidad se da cuenta de tu modo descuidado de presidir. No temas ser muy cuidadoso en pronunciar bien y con sentido todas las frases, claro está sin exageraciones teatrales, pero sí con toda solemnidad. La comunidad te lo agradecerá.

No improvises nunca tu celebración. Que no te suceda jamás que al llegar al altar no sepas de qué tratan las lecturas del día ni que fiesta se celebra. Sería un irrespeto incalificable a la acción más importante de la Iglesia y de tu vida.

Nunca la causa de Dios, que es la salvación de todo el género humano, está tan en tus manos como cuando predicas la homilía. Bien sabes que la homilía puede ser la única instrucción y formación en la fe que reciba tu comunidad. Es necesario que te convenzas que difícilmente el Pueblo de Dios recibe la Palabra fuera de la Misa. De este ministerio tan grande serás interpelado por el Señor en el día de tu encuentro definitivo con El. Ten en cuenta las palabras de la Biblia: "Pidieron pan y no hubo quien se los diera". Por eso piensa en tu responsabilidad para que se cumpla en ti la promesa divina: "Los que enseñaron a muchos la santidad, brillarán como estrellas portada la eternidad" (Daniel 12).

Graba esto en lo más profundo de tu corazón: Lo más importante de toda mi jornada es la celebración Eucarística. La presidencia de la Celebración Eucarística como la de los demás sacramentos, es la realidad por la que más vales como sacerdote. Cuando presides la celebración estás en la parte más alta de toda la pirámide humana, y en ese momento sólo hay uno por encima de ti: Dios. ¿No es una verdadera lástima, entonces, que te apresures en la preparación, celebración y acción de gracias de la Misa y que te distraigas tan fácilmente en ella?

"Vive lo que celebras y celebra lo que practicas". Estas palabras que te recuerdan el día memorable de tu ordenación, te invitan a ofrecerte diariamente como "hostia viva y agradable a Dios" (Romanos 12,1). Acuérdate siempre al terminar la celebración, que tu misa debe continuar durante toda la jornada. Para esto, practica el consejo del Papa Pío XII: "No dejar ni un día de hacer una visita al Santísimo Sacramento, que será, por otra parte, un excelente buen ejemplo para tu comunidad". Y hazla con amor por El, con aquella intención que deseaba Paulo VI: "Como un agradecimiento al don sublime de la Eucaristía y como un 'gracias' y una preparación más para la celebración de la misa". Un sacerdote que preside santamente y visita con frecuencia al Santísimo hace menos disparates que otros.

La celebración de la Liturgia de las Horas es el mejor termómetro de tu ardor sacerdotal. Es lo primero que abandona un sacerdote tibio. Ama el Oficio Divino como escudo de tu santidad. No lo consideres como una pesada carga sino como una maravillosa oportunidad para realizar el mismo "oficio de Dios" como lo llamaba San Agustín. Es el momento de adorarlo por tantos que no lo hacen, de pedirle perdón por tus pecados y por los de todos, de darle gracias en nombre de toda la humanidad y de enriquecerte de una manera maravillosa en tu vida interior.

Busca la manera de que todos los que se encuentren contigo te experimenten primero y ante todo como sacerdote y sacerdote de Cristo.

Considérate al servicio y a la disposición de todos. Ojalá siempre, durante toda tu vida, puedas repetir las Palabras del Señor: " No he venido a ser servido sino a servir" Y que el Divino Redentor te conceda lo que El prometió a sus Apóstoles y discípulos: "Sabiendo esto, seréis dichosos si lo cumplís" (Juan 13,17).