sábado, 20 de julio de 2019

Cuerpo y Sangre de Cristo



 

 Lucas 9:12-17  "...Comieron todos y se saciaron..."

Por: Rev. Diac. Teodoro L. González Serrano


  1. Lecturas

En Génesis 14, 18-20 dice: "En aquellos días, Melquisedec, rey de Salem, presento pan y vino, pues era sacerdote del Dios altísimo, y bendijo a Abram, diciendo: Bendito sea Abram de parte del Dios altísimo, creador de cielo y tierra, y bendito sea el Dios altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos"

En Corintios 11, 23-26 dice: "Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía."

Lo mismo hizo con el cáliz, (después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.)

En Lucas 9: 13 dice: "...Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; ...”
Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Cada una de estas lecturas, hace referencia al sacerdocio a través del pan y el vino.


  1. Junto a Cristo Sacerdote

En el año 1996 el Papa Juan Pablo II, haciendo referencia a 1 Cor 1, 26:  "El sacerdocio es una vocación, una vocación particular: Nadie se arroga tal dignidad, sino es llamado por Dios" (Hb 5, 4).

En la Carta a los hebreos 5, 1 dice: "Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres para ser su representante ante Dios".

Mas adelante dice: "Además, ninguno se apropia esta dignidad, sino que debe ser llamado por Dios, tal como lo fue Aarón"

Hebreos 5, 5-6 referente a Jesús dice: "Así vemos que Cristo no se atribuyó el honor de ser Sumo Sacerdote; se lo otorgó Aquel que dice: Tú eres mi Hijo...Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec".


  1. La singular vocación de Cristo Sacerdote

Cristo, Hijo de la misma naturaleza del Padre, es constituido sacerdote de la Nueva Alianza: Por eso Jesús es también, llamado al sacerdocio.

Es el Padre quién llama a su Hijo, para que se encarne en el mundo y se haga hombre.

El quiere que su Hijo unigénito, sea sacerdote para siempre.

El sacerdocio de Jesús se encuentra a su vez, en el misterio trinitario.

Sólo el Hijo, por el cual y por medio de él, todo ha sido creado, puede ofrecer al Padre, toda la creación como sacrificio de alabanza al Padre Creador.

El Hijo unigénito y eterno del Padre, nace de una mujer y se hace carne, y así entra en la creación y se hace sacerdote, único y eterno sacerdote.


  1. Jesús sacerdote y la cruz                                                            
                                                                                        
La Carta a los hebreos 9, 11-12 nos demuestra que el sacerdocio de Cristo está unido al sacrificio de la Cruz cuando dice: "Pero Cristo ha llegado como el Sumo Sacerdote que procura los beneficios del mundo nuevo. Atravesó un Santuario más noble y más perfecto, no hecho por mano de hombres... No llevaba sangre de chivos ni de novillos, sino su propia sangre, y con ella entró de una vez por todas al Santuario, consiguiendo rescatarnos para siempre".


  1. Sacerdocio común y sacerdocio ministerial

El sacerdocio está al servicio del sacerdocio de los fieles.

El sacerdote, cuando celebra la Eucaristía y administra los sacramentos, hace participes a los fieles en el sacerdocio de Cristo.


  1. La llamada personal al sacerdocio                                                     

La vocación sacerdotal es una llamada específica, única e individual.                         

Por eso, toda llamada al sacerdocio tiene, su historia relacionada con algún momento de nuestra vida.

Al llamar a los Apóstoles, Cristo le decía a cada uno. "Sígueme" (Mt 4, 19; 9, 9; Mc 1, 17; 2,14; Lc 5, 27; Jn 1, 43; 21, 19).

Hoy también, él continúa haciendo la misma invitación a muchos hombres,
principalmente a los jóvenes y algunos ya mayores.

Esa llamada no es inesperada. Sino que es una invitación de Cristo, que se ha venido realizando en diferentes momentos de nuestra vida.

Por eso, no es de sorprender que surge la vocación de algunos, en el momento que menos lo espera a diferentes edades.

Y así, ese hombre emprende el camino de Cristo, y deja a su familia e inicia la preparación a ese llamado al sacerdocio.


  1. Sígueme                                                             

Por eso, Cristo en diferentes momentos se dirige a varias personas y les dice sígueme.
ü  en Mt 4, 19-22 a Pedro y a los hijos del Zebedeo, que eran pescadores
ü  en Mt 9, 9 a Mateo, un publicano cobrador de impuestos, cuya profesión era considerada en Israel como pecaminosa, pero Cristo lo llama para formar parte del grupo de los Apóstoles
ü  en Hechos 9, 1-19 a Saulo de Tarso, fariseo y temido perseguidor de los cristianos. Sin embargo, es llamado en el camino de Damasco para hacer de él un instrumento de elección, destinado a sufrir mucho por el nombre de Jesús (cf. Hch 9, 15-16).


  1. La vocación sacerdotal de los Apóstoles

Por tanto, la imagen de la vocación en los Evangelios está unida a la figura del pescador.

Jesús llamó consigo a algunos pescadores de Galilea, e ilustró la misión apostólica haciendo referencia a esa profesión.

En Lc 5, 8-10 después de la pesca milagrosa, cuando Pedro se echó a sus pies exclamando: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador", Cristo respondió: "No temas. Desde ahora serás pescador de hombres".

Pedro y los demás Apóstoles
ü  vivían con Jesús y recorrían con él los caminos de su misión
ü  escuchaban las palabras que pronunciaba
ü  admiraban sus obras
ü  se asombraban de los milagros que hacía
ü  conocían que Jesús era el Mesías, enviado por Dios para la salvación

Sin embargo, la fe de ellos, tenia que pasar a través del misterio salvífico que Jesús había anunciado: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará" (Mt 17, 22-23).

Todo esto sucedió con su muerte y su resurrección, en los días de su pasión.

Así Cristo mostró a los Apóstoles que su vocación era la de ser sacerdotes como El y en El.

Y en el Cenáculo, la víspera de su muerte en cruz, El tomó el pan y luego el cáliz del vino, pronunciando sobre ellos las palabras de la consagración. El pan y el vino se convirtieron en su Cuerpo y en su Sangre, ofrecidos en sacrifico para toda la humanidad. Jesús terminó este gesto ordenando a los Apóstoles: "Haced esto en conmemoración mía" (1 Co 11, 24).

Con estas palabras "Haced esto", su voluntad la transmitió, a la Iglesia de todos los tiempos.

Confiando a los Apóstoles el Memorial de su sacrificio, Cristo les hizo también partícipes de su sacerdocio.

Por eso, hay una unión indisoluble entre la ofrenda y el sacerdote: quien ofrece el sacrificio de Cristo tiene que tener parte en el sacerdocio de Cristo.

Por lo tanto, la vocación al sacerdocio es, vocación a ofrecer su sacrificio "in persona Christi" por motivo de la participación de su sacerdocio.

Por eso el sacerdote a heredado de los Apóstoles, su ministerio sacerdotal.

El sacerdote se realiza a sí mismo mediante una respuesta siempre renovada y vigilante

Jn 11, 28 dice: "El Maestro está ahí y te llama".
Estas palabras, también hoy, hacen referencia a nuestra vocación sacerdotal.

Es una llamada de Dios, que está en el camino que el hombre debe recorrer en toda su vida.

Este llamado de todos, inicia un camino que dura hasta la muerte.

Pero Jesús, hace un llamado especial a los presbíteros, para varias encomiendas y servicios de esta vocación al sacerdocio.


  1. Llamada a estar despiertos

En Lc 12, 35-40 hace referencia a la parábola de los criados que esperan el regreso de su amo. Como éste tarda, ellos deben vigilar para que, cuando llegue, los encuentre despiertos.

Esta vigilancia evangélica es otra definición de la vocación al sacerdocio.

Esta se realiza por medio del sentido de responsabilidad vigilante, cuando Cristo dice en Lc 12, 37-38: "Dichosos los siervos que, el señor al venir, encuentre despiertos... Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos ellos!".

Para dedicarse al servicio de Jesús, los presbíteros de la Iglesia católica asumen el compromiso de vivir en el celibato durante toda la vida.


  1. El sacerdocio como "officium laudis"

El sacerdote siempre da gloria a Dios.
ü  cuando el sacerdote celebra la Eucaristía
ü  cuando en el sacramento de la Penitencia concede el perdón de Dios
ü  o cuando administra los otros sacramentos

Por eso, el sacerdote junto con la comunidad de los creyentes, proclama la gloria divina, en la creación y en la redención.

Así, el sacerdote está llamado a unirse de manera particular a Cristo, Verbo eterno y verdadero Hombre, Redentor del mundo.

En la redención se manifiesta la plenitud de la gloria que la humanidad y la creación dan al Padre por medio de Jesucristo.


  1. El sacerdote acompaña a los fieles hacia la plenitud de la vida en Dios

El sacerdote, cuya vocación es dar gloria a Dios, está al mismo tiempo unido a la plenitud de la vida de los fieles.

Esa plenitud de los fieles significa que
ü  el hombre, fue creado por Dios a su imagen y semejanza
ü  el hombre, Dios le ha confiado la tierra para que la domine
ü  el hombre, revestido de una riqueza de naturaleza y de gracia
ü  el hombre, liberado de la esclavitud del pecado es elevado a la dignidad de hijo adoptivo de Dios

Es en esa plenitud del hombre, con la que el sacerdote celebra los divinos misterios
ü  desde el recién nacido que los padres llevan a bautizar
ü  hasta los niños y chicos que encuentra en la catequesis de religión
ü  los jóvenes que, durante ese período de su vida, buscan su camino, la propia vocación, y se preparan al matrimonio, o a consagrarse como sacerdote por el Reino de Dios
ü  los adultos que vienen en busca de ayuda o dirección espiritual

El Sacerdote, al acercarse a los jóvenes encuentra a los futuros padres y madres de familia, a los futuros profesionales, y a las personas que podrán contribuir a construir la sociedad del mañana.

El sacerdote, participa de los sufrimientos, las alegrías, las desilusiones y las esperanzas de los fieles.

El Sacerdote, con el compromiso de su vocación, es mostrar Dios al hombre, como el último y único fin de su destino personal para alcanzar la vida eterna.

El sacerdote, es aquél a quien las personas confían sus secretos.

El Sacerdote, es el esperado por los enfermos, por los ancianos y los moribundos, conscientes de que, como sacerdote de Cristo, puede ayudarlos en el último momento de su vida, para llevarlos hasta Dios.

El sacerdote, es mensajero y testigo de la vocación del hombre a la vida eterna en Dios.

El Sacerdote, mientras sirve a los hermanos, se prepara a sí mismo para tomar parte en la vida eterna.

Hasta el día en que Cristo le dirá: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; ...entra en el gozo de tu señor" (Mt 25, 21).


  1. El jubileo sacerdotal: tiempo de alegría y de acción de gracias

Para los sacerdotes, su vocación es un tiempo de alegría y de acción de gracias, principalmente el Jueves Santo, día en que se conmemora la institución de la Eucaristía y del sacramento del Orden.


  1. Gracias, Señor, por el don del sacerdocio

Gracias Señor Jesús, por todos los sacerdotes en el mundo entero, que han respondido a tu llamado, y que han dejado su familia, patria y profesión, para dedicar su vida al servicio de los demás y guiarlos a la vida eterna en el cielo junto a Tí.


Marta lo recibió en su casa

       
San Lucas 10, 38-42... 

"Yendo de camino, entró Jesús en un pueblo y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía esta una hermana de nombre María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar su palabra......"
           

 Por: Rev. Diac. Teodoro L. González Serrano


  1. El servicio de Abraham
Señor, si he hallado gracia a tus ojos, no pases de largo junto a tu siervo; traeré un poco de agua, y lavaréis vuestros pies, y reposaréis debajo del árbol; después seguiréis adelante, pues habéis pasado junto a vuestro siervo (Gen 18, 1-5).

Son las palabras que Abrahán dirigió a Yahvé cuando se le apareció, como peregrino, en el encinar de Mambré, a la hora del calor.
ü  Abrahán le dio de comer y le dispensó una buena acogida
ü  Estas son muestras de hospitalidad de Abrahán


  1. La visita de Jesús
El Evangelio de la Misa narra la llegada de Jesús con sus discípulos a casa de unos amigos en Betania: Marta, María y Lázaro.

Un día, el Señor lloró, al enterarse de su muerte, y luego lo resucitó.

Jesús va de paso hacia Jerusalén y se detiene en Betania, que está a unos tres kilómetros de la ciudad.

Entra en casa de aquellos hermanos, a quienes Jesús ama entrañablemente, para descansar después de una larga jornada.

Allí, entre aquellos amigos, el Señor se encuentra a gusto.

Le tratan bien, y es recibido con alegría y afecto.

En este clima de amistad, Marta y María, se desenvuelven con naturalidad y amistad.

Quien recibe a Jesús, en la casa, es Marta.

Marta es una mujer que conoce la caridad, como cualquiera de nosotros que recibe a alguien, en nuestra casa.

  1. Los quehaceres
Marta, como es la costumbre entre los judíos, y en todas las sociedades, quiere atender con todo el esmero al Señor, por eso, hace con esmero los quehaceres domésticos.

Atender a un grupo numeroso, que se presenta de improviso, no era tarea fácil.

Marta, en su empeño por servirle al Señor, andaba ocupada en los diferentes quehaceres.

Marta, en un momento, pierde la paz y se desespera.

Habiendo mucho trabajo que hacer, Marta se queja de que María no la ayude en la preparación del servicio.

  1. El deseo de María de oír a Jesús
Y Marta tenía una hermana, que se llamaba María, que sentándose junto a los pies del
Señor, escuchaba su palabra.

El evangelista Lucas es detallista y destaca que estaba sentada, junto a los pies, para destacar la conversación, y el deseo de María de oír a Jesús y el respeto que tenia para escucharlo.

María, estaba escuchando su palabra, desentendida de los preparativos de la comida.

Nosotros, tenemos que aprender a unir el servicio de Marta y el amor a Dios de María, de forma que se manifiesten ambos en la rectitud de nuestra vida diaria.

  1. Marta se queja
Marta se dirige a Jesús con confianza y con cierto tono de queja le dice: "Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude".

Durante mucho tiempo se ha presentado a las dos hermanas como dos modelos de vida contrapuestos:
ü  en María, la vida de unión con Dios
ü  en Marta, la vida activa de trabajo

En el trabajo, de cada uno, es el lugar donde encontramos a Dios, es donde amamos a Dios en lo humano y lo divino.

Sin un trabajo serio, sería difícil que pudiéramos tener una vida interior en paz y al mismo tiempo, ejercer nuestro apostolado en el mundo.

Muchos han insistido en las dificultades que las ocupaciones terrenas, pueden representar para la vida de oración.

  1. Nuestro trabajo
Sin embargo, es en medio de esos trabajos, donde Dios nos llama para santificar el mundo y santificarnos nosotros, con una vida llena de oración que le de sentido a esas tareas.

Así podemos encontrar a Dios a través de nuestro trabajo diario.

Dios nos llama a servirle en todas las tareas de nuestra vida humana
ü  en un hospital
ü  en la fábrica
ü  en el taller
ü  en la agricultura en el campo
ü  en el hogar
ü  y en todo tipo de trabajo

Ahí, Dios nos espera cada día, para darnos la paz y fortaleza diaria.

Tenemos que ver la presencia de Dios escondido, en todas las situaciones comunes, de nuestra vida diaria.

Tenemos que poner, el amor de María, mientras se lleva a cabo el trabajo de Marta.


  1. Te inquietas...

La respuesta que Jesús le da, tiene un tono de familiaridad al repetir su nombre dos veces, “Marta, Marta, ...”.

"..., tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es necesaria".

Pero al mismo tiempo, le da una gran lección: “te inquietas y te agitas por muchas cosas,
sin embargo, una sola cosa es necesaria”.

"María eligió la mejor parte, que no le será quitada".

Es como si le dijera: Marta, estás descuidando lo esencial: la unión con Dios, la santidad personal.

Esa inquietud, ese ajetreo, nos hacen perder la presencia de Dios mientras trabajamos.

Jesús, cambia la inquietud de Marta, hacia algo más importante
ü  a la actitud interna de Marta
ü  tan metida en el trabajo y tan preocupada por el
ü  que se olvida de lo más importante: la presencia de Cristo en la casa

Afanes, trabajos necesarios, que no pueden justificar nunca el olvido de Jesús presente en nuestras tareas, aun las más santas, pues, como se ha dicho,

No podemos dejar al Señor de las cosas por las cosas del Señor.


  1. Es más importante atender al Reino

Jesús nos enseña que es más importante atender a la Palabra del Reino, y no perder el tiempo en los quehaceres que nos apartan de la Palabra.

Jesús, no dice, que no lo hagamos, sino que nos dice en Mt 6, 33; “Buscad primero el Reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.

Él nos enseña, que los trabajos secundarios o menos importantes, no nos deben impedir el atender al Evangelio, que es la palabra, que el Señor dirigía a María de Betania.

Por eso Lucas hace referencia a que María, "Escuchaba su palabra”.


  1. El Señor distingue las ocupaciones, no las reprende
Marta trabaja y quiere ser agradable para el Señor y prepara de comer y atiende la casa, mientras, su hermana María escucha y medita, esta absorta oyendo las palabras del Señor.

Marta se preocupa del alimento corporal, María del alimento espiritual.

El Señor distingue las ocupaciones, no las reprende.

María, eligió la mejor parte, pero no es que Marta eligió la peor parte, sino que la de María es la mejor porque no le será quitada.

La diferencia entre ambas, es que la palabra del Señor es alimento de vida eterna, en cambio la de Marta es solo alimento temporal.


  1. Nuestro estilo de vida
Debemos tener un estilo de vida,
ü  en que el mismo trabajo nos lleve a estar en la presencia de Dios
ü  y, en que los momentos dedicados a hablar con Dios nos ayuden a trabajar mejor

Entre el trabajo y la oración, no puede existir una separación, sino que tiene que darse una unión mutua.

El trabajo alimenta a la oración y la oración le da solemnidad al trabajo.

Y esto hace que el trabajo en sí mismo, en cuanto servicio hecho al prójimo y a la sociedad, se convierte en oración a Dios.

Para lograr la presencia del Señor mientras trabajamos, tenemos que entender que nuestro trabajo es para Dios, y que Él está cerca de nosotros, contemplando nuestra actitud y desempeño.

Muchas veces tenemos que ver que él está cerca, en alguno de nuestros compañeros de trabajo, o en un familiar.

Todas los trabajos y ocupaciones, bien hechos son el lugar donde cada día vivimos la caridad, el espíritu de servicio, la alegría, la comprensión, y la amistad.

Es el medio, con el que nos santificamos.

Tenemos que pedirle a Jesús y su Madre María, que podamos tener el espíritu de trabajo de Marta y la presencia de Dios de María mientras, sentada a los pies de Jesús, escuchaba sus palabras.