Por: Rev. Diácono Teodoro L. González Serrano
A. Lc 1, 26-28. El saludo “del Ángel”.
“Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel
a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y
entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»”
Estas palabras las dice el ángel Gabriel, quien es un
mensajero de Dios.
El mensajero, lo que hace es transmitir lo que aquella
persona emisora le dice que transmita; por lo tanto, el saludo es de Dios, no
del ángel.
El primero que la bendijo y el primero que la alabó fue
el mismo Dios a través del ángel: “Llena eres de gracia”.
B.
Lc 1,41. El saludo de María.
“Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de
María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu
Santo”.
El niño es Juan El Bautista. De él se había anunciado:
que iba a ser grande, que anunciaría al mesías y que estaría lleno del espíritu
santo.
Este llenarse del espíritu santo se da cuando María
saluda a Isabel.
Dice el versículo: el niño saltó de gozo en su vientre e
Isabel quedó llena del Espíritu Santo.
La presencia de María y su saludo les llevan el Espíritu
Santo, a Isabel y Juan el Bautista.
C.
Lc 1,42. El Ave María.
“y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú
entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;”
Esta frase, ¡Es el Ave María! del Rosario.
Isabel, es la primera que rezó el rosario, que es venerar
a María, y quién impulsó a bendecir a María fue el Espíritu Santo.
Por eso, que quien ataca a María, está atacando al
Espíritu Santo, pues fue él, el que movió a Isabel a alabar y a venerar a
María.
Otro detalle es que la primera alabanza se hace a María,
“bendita tú” y después es al fruto de su vientre, Jesús.
Es el Espíritu Santo el que mueve a Isabel a reconocer la
grandeza de esta mujer.
Los que insultan a María, insultan lo que Jesús alabó y
lo que el Espíritu inspiró a Isabel.
D.
Lc 1,48.
Bienaventurada.
“porque ha puesto los ojos en la humildad de su
esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán
bienaventurada”.
“El Magníficat”, María lo hace después de su encuentro
con su prima Isabel.
En el encontramos como la biografía de María, y una de
las palabras claves es la profecía que María hace de sí misma: “desde ahora
todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.
Cumplir con la palabra de Dios, es llamar a María
“bienaventurada”.
E.
Jn 19,26-27. El deseo de un moribundo.
“Jesús, viendo a su madre y junto a ella al
discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.». Luego
dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo
la acogió en su casa.”
Una de las cosas más sagradas que existen, es el deseo de
un moribundo, es un deseo que se debe cumplir como lo pidió la persona que
estaba a punto de fallecer.
El último deseo de Jesús lo expresó en esta cita: “Ahí
tienes a tu madre”. Y dicho regalo se lo dejó “al discípulo amado”.
Por eso, el verdadero discípulo es aquel que recibe a
María en su casa, así como Jesús deseó.
F.
Conclusión
Por eso, no tengamos miedo de alabar a María, de rezar el
rosario, de venerar a María, pues el primero que la alabó fue Dios, después lo
hizo Isabel.
Como dice el papa Francisco: “los cristianos no estamos
huérfanos, tenemos a María como nuestra madre”; venerarla, alabarla, no es
quitarle espacio a Dios, pues al acercarnos a María, lo único que hace es reconducirnos a Jesús, “hagan lo que Él les diga”.
No temas llevarte a María a tu casa, no temas tener a
María como tu madre o intercesora.
Ella es uno de los más preciados regalos que nos dejó el
mismo Dios, y Jesús en sus últimos deseos en la cruz.
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