Por: Rev. Diac. Teodoro L. González Serrano
Lc 12,13-21
"Pero Dios
le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que
preparaste, ¿para quién serán?"
- Maestro, dile a mi hermano que
comparta conmigo la herencia
En aquel
tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: Maestro,
dile a mi
hermano que comparta conmigo la herencia”.
Lucas hace
una introducción, que da motivo para insertar la parábola sobre la avaricia.
Esta
persona le pide, basado en el prestigio y buen nombre que tenía Jesús, que
intervenga en un asunto familiar.
Cristo le
hace ver que su misión, no es la de arreglar cuestiones materiales.
Por eso, no
quiere aparentar que aprueba una actitud de intermediario, por los bienes de
este mundo.
- Buscar las cosas del cielo
San Pablo,
en Colosenses 3, 1-5 dice: "Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo,
buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo a la derecha de Dios;
aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra".
Los bienes
de este mundo duran poco y no llenan el corazón humano, por muy abundantes que
sean.
En
Sabiduría 2, 1 "Corta y triste es nuestra vida, el hombre no tiene remedio
para salvarse de la muerte y nunca se vio que alguien volviera del otro
mundo".
Esa una
gran fortuna, se les dejará a otros, que la malgastan, porque no la trabajaron.
De ahí
vienen los problemas de herencia por el dinero, y propiedades, entre otros
¿A qué se
reducen tantos esfuerzos y fatigas, si no se lleva consigo lo que se obtiene?
Por eso, Dios
es el que le da sentido a la vida, al trabajo, al dolor, a la enfermedad.
- Buscar las cosas del mundo
Sin
embargo, el corazón del hombre buscar las cosas del mundo, y tiende a apegarse
a ellas como lo más importante, y se olvida de lo que realmente es más importante,
es la vida eterna en el cielo.
Jesús toma la
discusión de el reparto de herencias que le proponen, para enseñarnos sobre el
sentido de la vida y de los bienes.
Jesús nos
ilustra con esta parábola de un rico, que sólo se dedica a alcanzar riquezas,
pensando
disfrutar largos años de vida con ellas. Pero la muerte le sobrevino y no la
pudo disfrutar.
- Un hombre rico tuvo una gran
cosecha y se puso a pensar
Dice el
Señor
ü
Un
hombre rico tuvo una gran cosecha
ü
Y
empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha
ü
Y
se dijo: ... derribaré los graneros y construiré otros más grandes...
ü
Y
entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años:
túmbate, come, bebe y date buena vida...
Nos enseña
el Señor que poner el corazón, en el afán de riqueza y bienestar material es
una necedad, porque ni la felicidad, ni la misma vida humana se fundamentan en
ellos.
El rico de
la parábola
ü
revela
su ideal de vida en el diálogo que entabla consigo mismo
ü
se
le ve seguro de sí porque tiene bienes, y en ellos basa su estabilidad y
felicidad
ü
para
él, vivir es disfrutar lo más posible: comer, beber, darse buena vida
ü
su
fin es disfrutar de los bienes por muchos años
ü
no
hay ninguna referencia a Dios ni al prójimo
ü
no
ve la necesidad de compartir los bienes recibidos, con otros
¿Y cómo piensa
asegurar sus bienes?
ü
Almacenaré...
ü
sin
embargo, todo lo que no se construya sobre Dios está edificado sobre arena
ü
la
seguridad que dan los bienes materiales es frágil, porque nuestra vida no se
llena sino con Dios
Debemos
preguntarnos nosotros hoy, ¿en qué tenemos puesto nuestro corazón?
Como
conocemos que nuestro destino es el Cielo, tenemos que evaluar lo que poseemos
y usamos, y ver el modo de que otras personas más necesitadas compartan también
de lo nuestro, y ayudar en las tareas apostólicas.
- Dios
En el
diálogo que sostiene el rico consigo mismo interviene otro personaje que no
había tenido en cuenta, Dios.
Necio, le
dice, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?
Todo ha sido inútil. Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante
Dios.
Se le llama
“necio o insensato” en el Salmo 14, 1 al que, niega a Dios: "Dice en su
corazón el insensato: Mentira, Dios no existe"
Nuestro
paso por la tierra es un tiempo que, el mismo Señor nos lo ha dado.
El Señor
llegará cuando menos lo esperábamos, como el ladrón en la noche (Mt 25, 43).
El Señor
vendrá a llamarnos, y a pedirnos cuenta de los bienes que nos dejó para que los
administrásemos
ü
la
inteligencia
ü
la
salud
ü
los
bienes materiales
ü
la
posibilidad de hacer felices a otros
- Necio
Necio o
insensato, es la palabra que Dios dirige a este hombre que había vivido solo
para lo material.
Tenemos que
caminar en la tierra, con ilusiones e ideales humanos, previendo el futuro para
uno mismo y para aquellos que dependen de nosotros, como un buen padre y madre
de familia, pero sin olvidar que somos peregrinos.
Nadie se
crea rico, porque al final todos somos pobres.
ü
los
bienes son meros medios para alcanzar la meta que el Señor nos ha señalado
ü
nunca
deben ser el fin de nuestros días aquí en la tierra
Nuestra
vida es corta y limitada en el tiempo. Nuestros días están numerados y
contados, porque estamos en las manos de Dios.
Dentro de
un tiempo nos encontraremos cara a cara con Él.
Nuestro
final, nos ayuda a santificar el trabajo y nos facilita el aprovechar todas las
circunstancias de esta vida, para merecer y reparar por nuestros pecados.
Hoy han
muerto miles de personas en diferentes circunstancias.
ü
unos
han muerto con el corazón puesto en asuntos de poca importancia en relación a
su vida más allá de la muerte
ü
otras
tenían la vista y el corazón en los bienes materiales, pero dirigidos a Dios.
- Nuestro destino
El destino
que nos espera en la eternidad, es consecuencia de la actitud, que hayamos
tomado en nuestro paso por la tierra.
En
Eclesiastés 11, 3 dice: "Si un árbol cae, sea al norte o hacia el sur, en
el lugar donde cae quedará".
De aquí las
advertencias de Jesús sobre la muerte, para estar siempre en vigilia (Mt 24,
42-44; Mc 13, 32-37).
El
cristiano no puede despreciar la vida temporal, pues ella sirve como
preparación para su existencia con Dios en el Cielo.
Solo quien
se hace rico, mediante la santificación y el buen uso de los bienes materiales,
acumula tesoros ante Dios.
El Salmo
39, 7 dice: "Como sombra se pasea el mortal; no es más que soplo, pero se
afana y almacena sin saber para quién".
- Desprendimiento
Por eso, los
bienes que tenemos, tienen que estar orientados hacia la gloria de Dios.
Y si alguna
vez llegan a faltar, su carencia no nos quitará nuestra alegría.
Así,
podemos ser felices en la abundancia y en la escasez, porque los bienes materiales,
nunca serán el objeto de nuestra vida.
Y lo mucho
o lo poco que tenemos, podremos compartirlo con quienes carecen de ello.
La
consideración de la muerte nos enseña también a aprovechar bien los días, pues
el tiempo que tenemos por delante es corto.
- Eviten toda clase de avaricia
Y
dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque el
alma del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.
La avaricia
es uno de los pecados capitales, está prohibido por el noveno y décimo
mandamiento.
Por eso, es
importante en la vida del cristiano conocer este mal, para no caer en pecado.
Jesús nos
también nos dice en Lc 14, 33: "Del mismo modo, cualquiera de ustedes que
no renuncie a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío".
Prohíbe el
deseo desordenado nacido de lo pasión de las riquezas y de su poder.
Prohíbe
también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se perjudicaría al
prójimo en sus bienes temporales.
Cuando en
Deuteronomio 5, 19 en Los 10 Mandamientos nos dice: "No Robaras" nos
quiere decir también "No codiciarás", porque tenemos que apartar
nuestros deseos de todo lo que no nos pertenece.
- El deseo desordenado por la
riqueza
La avaricia
es el afán excesivo de poseer y de adquirir riquezas para atesorarlas, o la
Inclinación
o deseo desordenado, de placeres o de posesiones.
La avaricia
del latín "avarus", que significa "codicioso",
"ansiar", es el deseo desordenado y excesivo por la riqueza.
Consiste en
conseguir dinero, propiedades, y otros bienes materiales, con el solo propósito
de vivir para eso.
Por eso
Jesús dice: "Que difícil le es al rico entra en el reino de los
cielos".
Cuando el
amor desordenado se convierte en deseo, la avaricia no puede ser controlada.
El hombre
quiere poseerlo todo, para tener la impresión de que no necesita de Dios.
La avaricia
es un pecado contra la caridad y la justicia.
Es la raíz
de muchas otras actitudes: perfidia, fraude, perjurio, endurecimiento del
corazón.
La avaricia
sobrepasa la precaución y la prudencia; es un vicio espiritual, que ambiciona no
carecer de nada.
El avaro se
aparta de los demás, se encierra en sí mismo y se impone una austeridad que va
incluso en contra de sus necesidades vitales.
ü
come
menos parara no gastar
ü
pierde
horas de sueño velando su fortuna
- ¿Para quien serán todos los
bienes?
El
Evangelio (Mt, 6,24) dice “Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente
odiará a
uno y amará
al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden
servir al
mismo tiempo a Dios y al Dinero”
El
personaje de la parábola es un rico, que puede ser cualquiera de nosotros, tiene
una buena cosecha y decide almacenarla en unos nuevos graneros, saboreando el
placer de poseer muchos bienes para gozarlos por muchos años.
El rico de
hoy
ü
tiene
propiedades
ü
tiene
ahorros
ü
tiene
un plan de pensiones
ü
tiene
seguro social
ü
tiene
desempleo
ü
tiene
cupones
ü
tiene
subsidio de agua, luz, teléfono, renta
Sin
embargo, Dios nos despierta de nuestra estupidez haciéndonos conscientes de que
no somos el dueño de nuestra vida y de que, seremos llamados a entregársela al
Señor.
El Señor,
nos quiere hacer ver que, cuando realizamos el precepto del amor, es cuando nos
enriquecemos ante Dios.
Jesús nos
ha recomendado que no acumulemos tesoros en la tierra, sino en el cielo, y nos
ha hecho conscientes
de que allí donde está nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón.
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