Por: Rev. Diac. Teodoro L. González Serrano
"Ocho días después, se le apareció Jesús..." (Jn 20, 19-31)
- Al atardecer del primer día de la semana
En el Evangelio de
San Juan, las apariciones de Jesús a los apóstoles, son destacadas
para
indicarnos su
importancia.
La primera
aparición, fue en la tarde del mismo día de la resurrección, que
era llamado por los judíos, “el primer día de la semana.”
Los discípulos se
encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos.
Siendo ellos los
discípulos de Jesús Crucificado, esto les tenían con miedo.
- El estado glorioso de Cristo Resucitado
Este detalle tiene
por propósito demostrar el estado glorioso, en que se halla Cristo
resucitado, cuando se presenta ante ellos.
Cristo, con las
puertas cerradas, se apareció en medio de ellos.
Por eso Lucas,
comenta que quedaron despavoridos, pues creían ver un espíritu o un
fantasma.
Jesús poniéndose
en medio de ellos, les dijo: “La paz esté con ustedes!”.
Con esto, les
desapareció el miedo que tenían.
Aquí, les muestra
las manos, que con sus cicatrices les hacían ver que eran las manos
días antes perforadas por los clavos, y el costado, abierto por la
lanza.
- Las llagas
Ambas heridas, se
las enseño como señal de su resurrección.
- A María Magdalena, posiblemente se le apareció sin las llagas, para que por fe lo reconociera
- A los peregrinos de Emaús, posiblemente se les apareció sin las llagas, porque iba en actitud de un caminante que les va enseñando lo que las escriturar decían de él
- A los apóstoles, se les aparece con las llagas, por la finalidad apologética que busca demostrar que ha muerto y resucitado
- Cada forma de aparecerse, depende de su divina voluntad.
- "Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes."
Jesús anuncia a los
apóstoles que ellos van a ser sus enviados, así como El lo es, del
Padre.
- Ellos son los “apóstoles” (Mt 28, 19; Jn 17, 18)
- Jesucristo tiene todo poder en cielos y tierra y los envía ahora con una misión concreta
- Los apóstoles son sus enviados con el poder de perdonar los pecados.
- En el Antiguo Testamento, sólo Dios perdonaba los pecados
- Por eso, decían los fariseos escandalizados: "Este blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo Dios?” (Mc 2:7)
- "Sopló sobre ellos y añadió; Reciban el Espíritu Santo..."
El Espíritu Santo
es el don infinito de Dios.
La donación del
Espíritu Santo los Apóstoles, en la tarde de la Resurrección,
demuestra que ese don inefable, indescriptible, está estrechamente
unido al misterio pascual.
Es el supremo don de
Cristo que, habiendo muerto y resucitado por la redención de los
hombres, tiene el derecho
y el poder de concedérselo.
La venida del
Espíritu, en el día de Pentecostés, se realiza en forma solemne,
con manifestaciones exteriores y públicas indicando con ello que el
don del Espíritu está destinado a todos los hombres.
El misterio pascual
culmina no sólo en la Resurrección y en la Ascensión, sino también
en el día de Pentecostés que es su acto conclusivo.
- "Los pecados serán perdonados..."
Al decir esto, sopló
sobre ellos.
Es símbolo con el
que se comunica la vida que Dios concede.
En Génesis 2, 7,
Dios sopla sobre Adán, el hombre de barro, y le “inspiró aliento
de vida”.
Jesús con su acto
de soplar, explica su sentido, de que: “reciban el Espíritu
Santo”.
Jesús, les comunica
su poder y su virtud para un propósito: “Los pecados serán
perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a
los que ustedes se los retengan”.
Aquí el regalo del
Espíritu Santo a los apóstoles tiene una misión de “perdón”.
Los apóstoles se
encuentran investidos del poder de perdonar los pecados.
- Este poder exige para su ejercicio un juicio.
- Si han de perdonar o retener todos los pecados, necesitan saber si pueden perdonar o han de retener.
- Este es el poder sacramental de la confesión.
- La palabra elegido
Las palabras de
elegido,
ungido y
enviado
son equivalentes.
Cuando los primeros
cristianos se llaman elegidos, están recordándose que han sido
enviados a cumplir una misión, que imita la del mismo Cristo: "Como
el Padre me ha enviado, así os envío yo".
Para la realización
de esta tarea, reciben también la fuerza del Espíritu.
Sólo la fe nos
permite, ver y entender, lo que está pasando.
En Jesús,
resucitado los apóstoles reconocen, al que estuvo con ellos por los
caminos de Israel.
Jesús, es el Cristo
de la fe.
Así como en la
primera creación del hombre, Dios le infundió la vida, así también
Jesús la da la vida a su Iglesia.
- Perdón
Cristo, que murió
para quitar el pecado del mundo, le deja a los apóstoles, el poder
de perdonar.
Antiguamente, en el
templo se ofrecían sacrificios de animales, a Dios.
Y los mismos
sacerdotes debían ofrecer sacrificios, por sus propios pecados,
antes de rogar a Dios por los demás.
Pero ahora, Jesús
resucitado, se ofrece a si mismo, por nuestros pecados.
Aunque la humanidad
siga pecando, por medio de Jesús, nosotros hemos sido renovados, en
la vida santa de Dios.
De ahí que, el
perdón de los pecados, sea la riqueza más grande, que Jesús le ha
dado a su iglesia.
Esa capacidad de
perdonarnos unos a los otros, a imagen de Jesús, es lo que nos
permite solucionar los grandes problemas de la humanidad.
Quien no sabe perdonar, no
sabe amar.
En el perdón, es
donde se muestra el amor más auténtico con el prójimo.
- La misión
Los apóstoles y todos los
discípulos son portadores de la misión de Jesús.
Ocho días mas
tarde, se aparece de nuevo Jesús, a los apóstoles, y con Tomás,
que no creyó lo que le dijeron sus compañeros.
Este evangelio de
Juan, nos relata estas dos primeras apariciones.
Este pasaje con
Tomas, en el domingo posterior a la Pascua, el primero de todos los
domingos.
- El primer domingo
Por que, la
Resurrección de Jesús es un acontecimiento único.
La reunión de los
discípulos, una semana después, y la aparición de Jesús, hacen
que el misterio de la Resurrección, adquiera un sentido de
solemnidad.
Por eso, no basta
recordarlo, sino celebrarlo, con toda su realidad y riqueza
espiritual.
La primera
celebración de la Pascua, tuvo lugar el primer domingo siguiente a
la Pascua.
Los discípulos del
Señor, tenían la costumbre judía de dedicar un día por semana a
Dios, pero esta se celebrada el sábado.
Jesús, con su
aparición el primer domingo después de Pascua, cambio a que el día
que se celebrara, fuese el día de su Resurrección.
- Tomás
En la primera
aparición del Señor a los apóstoles, no estaba el apóstol Tomás,
de sobrenombre el mellizo.
No solamente no
creyó en la resurrección del Señor por el testimonio de los otros
diez apóstoles, y no sólo exigió para ello el verle él mismo,
sino el comprobarlo.
El apóstol Tomás,
no dio crédito ni a las mujeres ni a los varones cuando le
anunciaban la resurrección de Cristo el Señor. Y era ciertamente un
apóstol que iba a ser enviado a predicar el evangelio.
¿Cómo podía
pretender que le creyeran, si él mismo no había creído?
Le dicen: Hemos
visto al Señor. Y él respondió: Si no introduzco mis manos en su
costado y no toco las señales de los clavos no creeré. Quería
asegurar su fe tocándole.
- "Trae aquí tu dedo..."
En la segunda aparición
de Jesús a los apóstoles, estaban todos juntos incluyendo a Tomas.
Y vino el Señor
otra vez, cerradas las puertas. Y después de decirles: "¡La
paz esté con ustedes!", se dirigió a Tomás y le dijo: "Trae
aquí tu dedo: aquí están mis manos; y le mandó que cumpliese la
experiencia que él exigía diciéndole: "Acerca tu mano, métela
en mi costado. En adelante, no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Sin embargo, ¿Que
le dice a María Magdalena?: "No me toques, pues aún no he
subido al Padre" (Jn 20,17).
A la mujer que cree
le dice: "No me toques", mientras dice al hombre que no
cree le dice: "Tócame".
María ya se había
acercado al sepulcro y, dice: "Señor, si tú le has quitado,
dime dónde le has puesto y yo lo tomaré".
El Señor la llama por su
nombre: María.
- Ella reconoció que era el Señor, al oír que la llamaba por su nombre
- Ella respondió: Rabí
- El Señor le dice: "No me toques, pues aún no he subido al Padre"
Tomás dijo: "No
creeré, si no toco".
Y el Señor dijo al
mismo Tomás: "Ven, tócame; introduce tus manos en mi costado y
no seas incrédulo, sino creyente".
Cristo podía haber
curado las heridas de la carne, sin que hubiesen quedado cicatrices;
pero quiso que quedasen para eliminar de los corazones de los hombres
la herida de la incredulidad.
- Herejes
En el transcurso de
los siglos, aun hoy en día, han aparecido herejes que niegan que
Jesús a resucitado.
Tomás, les
contestó: "Si no meto mi mano en su costado, no creeré"
(Jn 20,25).
- Las cicatrices
¿Qué hubiese
pasado si Jesús, hubiese resucitado sin las cicatrices?
Si no hubiese
conservado las cicatrices en su cuerpo, no hubiera sanado las heridas
de nuestro corazón.
Tomas, no solo
quería ver con los ojos; sino que quería creer con los dedos. "Ven;
mete aquí tus dedos, y no seas incrédulo, sino creyente" (ib.,
27).
Cuando Cristo le
dice: "Ahora crees, porque me has visto".
Esta evidencia, de
la presencia de Cristo, había de deshacer la duda de Tomás.
- "Señor mío y Dios mío."
Tomas exclamo: "¡Señor
mío y Dios mío!"
- Esta exclamación contiene una riqueza teológica hermosa
- Es un reconocimiento de Cristo, y una afirmación de quién es El
- Es, además, uno de los pasajes del evangelio de san Juan o, en donde se proclama la divinidad de Cristo
¿Qué tocó, Tomas?
Toco, el Cuerpo Divino de Cristo.
La divinidad de
Cristo es la Palabra, y la Carne.
El cuerpo, que
estaba antes muerto, ahora se mueve y esta vivo.
La Palabra, no
cambia ni se toca, no decrece ni aumenta, porque en el principio
existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra
era Dios (Jn 1,1).
Tomás; tocaba la
carne, pero invocaba la Palabra, porque la Palabra se hizo carne y
habitó entre nosotros (Jn 1,14)".
- "Ahora crees, porque me has visto..."
Tomás fue reprochado, no
porque el ver para creer sea malo, sino por haber rechazado el
testimonio de los otros
apóstoles que vieron.
Para creer se puede
hacer
- directamente, como los apóstoles,
- indirectamente, como nosotros, que nos apoyamos en la predicación de los apóstoles.
La fe, es un don de
Dios.
Por eso, este
Evangelio nos enseña una lección de fe y, nos enseña a no esperar
signos visibles para creer.
Tomás quiso
experimentar por si mismo, el mismo modo, como a veces nos gusta, de
experimentar por nosotros mismos, sin que nadie nos cuente.
Por que, a Cristo,
cada uno lo debemos experimentar en primera persona, es decir, por
nosotros mismo.
Al final solo
depende de nosotros mismos, y entregarnos con fe y confianza a Jesús.
El Señor le permite
a Tomás, esta experiencia personal, ese reconocimiento a la
divinidad de Jesús con esta hermosa oración de alabanza: “Señor
mío y Dios mío.”
También, a cada uno
de nosotros, Jesús, nos permite, una experiencia personal que en
algún momento de nuestra vida tuvimos, y que repetimos las mismas
palabras: “Señor mío y Dios mío.”
- Felices los que creen sin haber visto
Dice el Señor: ¡Felices
los que creen sin haber visto!
La respuesta de
Cristo a esta confesión de Tomás contrasta la fe de Tomás y la
presencia de Cristo resucitado, para proclamar: "bienaventurados
a los que creen sin ver".
Esta
bienaventuranza,
- se refiere a los futuros fieles
- que aceptan y creen, la fe y las enseñanzas que fueron enseñadas por los apóstoles
- quienes fueron elegidos por Dios para ser testigos de su resurrección
- y para transmitirla a los demás por medio de la tradición y el Magisterio de la Iglesia
En Juan 17, 20 Jesús
en su oración al Padre dice: "No ruego solamente por ellos,
sino también por todos aquellos que por su palabra creerán en mí"